Patologías del Embarazo

No todo en la vida es dulzura y maravilloso durante el embarazo. El periodo más importante en la vida de toda mujer está acompañado de algunos padecimientos de salud que pueden transformar el pequeño gran milagro de la vida en una etapa muy difícil.

Antes de referirnos de forma separada a las principales enfermedades que pueden acontecer durante este periodo, es importante recordar los principales factores de riesgo previos a la concepción que pueden predecir dificultades a lo largo del mismo. Estos factores son:

Durante el embarazo pueden aparecer otros factores de riesgo que pongan en peligro su curso normal o perjudiquen al desarrollo fetal. Entre estos destacan el tabaquismo de más de diez cigarrillos al día, el consumo de alcohol, ciertos fármacos, algunas infecciones maternas, el exceso o falta de líquido amniótico, las hemorragias vaginales y la aparición de enfermedades como diabetes, hipertensión, anemia o tumores.

DIABETES

El embarazo es un periodo de grandes cambios en el metabolismo del organismo de las mujeres, incluyendo el de los hidratos de carbono o azúcares. La placenta produce, entre otras sustancias, el llamado lactógeno placentario que favorece la aparición de elevaciones de glucosa por encima de los límites razonables en algunos casos. La diabetes durante el embarazo es un factor de riesgo tanto para la madre como para el feto, con una mortalidad en este último que ronda entre el 2 y el 4%, además de otros riesgos como las malformaciones congénitas, dificultad respiratoria del recién nacido, hipoglucemias en las primeras horas de vida y crecimiento exagerado del feto dentro del útero por excesivo acumulo de grasa. Una hiperglucemia descontrolada estimula en exceso el crecimiento del páncreas en el feto, lo que puede resultar peligroso tras el parto al mantenerse cifras elevadas de insulina en el recién nacido que ya no está recibiendo la glucosa materna.

La diabetes puede afectar a la mujer gestante de dos maneras diferentes:

  • Mujeres diabéticas que quedan embarazadas: aunque en estos casos nunca esté contraindicado el embarazo, sí que resulta de gran importancia su planificación de acuerdo con el médico, ya que el control de la enfermedad en los meses previos al inicio del mismo y durante el primer trimestre es fundamental para evitar complicaciones. Se deben ajustar las dosis de insulina según las necesidades y practicar autocontroles de glucemia con mucha frecuencia. Los antidiabéticos orales están contraindicados en el embarazo y deben ser sustituidos por insulina o por dieta rigurosa.

HIPERTENSIÓN ARTERIAL O GESTOSIS

Parece ser que la vasoconstricción o disminución del calibre de las arterias durante la segunda mitad del embarazo es la responsable de la aparición de hipertensión arterial. Ésta se detecta como una elevación significativa de los valores tensionales respecto al comienzo de la gestación o, de forma general, como una tensión superior a 140/85 mm de Hg durante el mismo. Suele presentarse a partir del segundo trimestre, ya que paradójicamente, la tensión arterial disminuye casi siempre en el primero.

La hipertensión es una de las principales causas de mortalidad materna en los países desarrollados y se relaciona con complicaciones fetales como parto prematuro y retraso del crecimiento fetal por afectación de la unión úteroplacentaria. La pérdida de proteínas a través de la orina o proteinuria es un signo de complicación de este cuadro, así como la aparición de edemas por excesiva retención de líquidos. Otra complicación es la aparición de crisis hipertensivas con convulsiones, lo que se denomina eclampsia.

El tratamiento con dieta baja en sal puede ayudar al control de las cifras de tensión en caso de existir edemas muy importantes, aunque, por lo general, no es muy recomendable por la disminución de sodio en la sangre que acompaña siempre al embarazo.

Normalmente es necesario el empleo de fármacos de forma pautada que mantengan las cifras dentro de los límites correctos. El mayor riesgo de hipertensión en el embarazo se da en mujeres con antecedentes de hipertensión previa, obesidad, embarazo múltiple, enfermedad renal y estrés.


ANEMIA

Durante el embarazo el volumen sanguíneo total aumenta casi en 1,5 1 por encima de lo normal, especialmente a partir de la décima semana de gestación, gracias al incremento de la retención en los riñones de agua y sales. Este aumento de volumen se justifica por los mayores requerimientos del útero y los senos en la mujer, tanto para ralentizar el desarrollo del feto como su posterior lactancia. La médula ósea no es capaz de producir glóbulos rojos al mismo ritmo al que aumenta el volumen plasmático, por lo que éstos se diluyen apareciendo la llamada anemia dilucional o fisiológica normal en cualquier embarazo.

El tratamiento con hierro se realiza no por una falta real de éste sino para estimular la producción de glóbulos rojos o hematíes que "rellenen" el aumento del volumen sanguíneo. Un caso aparte son las anemias secundarias a malnutrición o hemorragias crónicas presentes antes del embarazo y/o durante el mismo, que requerirán un seguimiento y tratamiento específico.


ALTERACIONES CARDIACAS

El aumento de volumen sanguíneo durante el embarazo supone una carga adicional para el corazón, cuyo esfuerzo aumenta hasta un 50% hacia el final de la gestación. Las mujeres que padecen afectaciones de las válvulas cardíacas (principalmente estenosis mitral) desapercibidas pueden comenzar a manifestar signos o síntomas de las mismas como consecuencia de esta carga adicional. Esto puede manifestarse en forma de congestión venosa pulmonar y en los tejidos periféricos.

Con frecuencia aparece en algunas mujeres un soplo cardíaco sin significación patológica como consecuencia del referido aumento del gasto cardíaco que no requiere tratamiento específico aunque sí debe ser estudiado.


ESTREÑIMIENTO

La acción de la progesterona durante el embarazo favorece la relajación de las fibras de la musculatura lisa con el fin de permitir el crecimiento del útero a medida que el feto se desarrolla. Este aumento de la relajación muscular afecta también a la capa muscular del paquete intestinal, lo que se traduce en una cierta disminución de su motilidad y una mayor tendencia a retener las heces.

Esto se manifiesta como deposiciones dificultosas y dolorosas más espaciadas en el tiempo, y aparecen en un buen porcentaje de embarazos. El tratamiento consiste en una dieta rica en fibra yagua, junto con otras medidas como el ejercicio moderado que favorece el movimiento del intestino. Los laxantes están contraindicados durante el embarazo.

La aparición de hemorroides, derivada del defecto circulatorio en las piernas y la pelvis por la presión del útero sobre los vasos sanguíneos circundantes, se agrava notablemente con el estreñimiento.


RUBÉOLA

El virus de la rubéola es responsable de una enfermedad benigna que cursa con la producción de exantemas o lesiones rojizas en la piel que no se acompaña en general de grandes complicaciones. Sin embargo, durante el embarazo, especialmente antes de la semana 20 de gestación, este virus se asocia con una alta incidencia de abortos, malformaciones congénitas y retrasos en el desarrollo fetal como cataratas, ceguera, sordera y afectaciones cardíacas.

La vacunación masiva de las mujeres al inicio de la adolescencia ha erradicado prácticamente por completo los efectos indeseables de esta enfermedad durante la gestación. Aún así es recomendable la detección mediante analítica de los anticuerpos frente a la enfermedad para confirmar la inmunidad permanente hacia la misma. En caso de no estar vacunada o no haber sufrido la enfermedad con antelación al embarazo las posibilidades de adquirirla durante el mismo son, al igual que en el resto de la población, del 15-20%. Este hecho justifica el seguimiento durante el embarazo, para descartar la aparición de la infección, que si fuera así podría ser indicación de interrupción voluntaria del mismo.

TOXOPLASMOSIS

La infección por un parásito llamado Toxoplasma gondii cursa en la mayoría de los casos de forma asintomática en los seres humanos, aunque en la mujer embarazada puede provocar graves lesiones en el feto. Este protozoo se encuentra en la naturaleza en forma de quistes que contaminan las frums y las verduras y pueden proceder de las heces de algunos animales como los gatos; la carne de los animales infectados puede poseer también dichos quistes entre las fibras de su musculatura.

La mayoría de la población ha entrado en contacto con este parásito a lo largo de su vida sin desarrollar ninguna sintomatología aparente pero produciendo una reacción inmune que protege frente a nuevas infecciones.

En aquellos casos en los que no se demuestre la protección frente a esta infección en las primeras semanas de embarazo, es necesario realizar durante el resto del mismo una serie de medidas preventivas para su contagio como son el lavado de las frutas y las verduras, la ingesta de carne muy hecha o muy cocida y evitar el contacto con gatos. Aún así es necesario repetir la analítica con posterioridad para detectar que se haya producido la infección durante la gestación, lo que puede manifestarse con posterioridad en forma de alteraciones neurológicas graves en el recién nacido, especialmente si se produce antes de la semana 26.


ALTERACIONES DE LA PIEL Y SUS MANEJOS

De forma característica se produce un oscurecimiento en la piel de las mujeres embarazadas, especialmente en aquellas de tez morena. Los pezones y las areolas se pigmentan a medida que avanza la gestación y aparece una línea negra más o menos ancha desde el vello púbico hasta el ombligo. Todos estos cambios son normales y no representan patología ninguna en sí mismos.

Sin embargo, en algunos casos se producen una especie de cicatrices rosadas en el abdomen, muslos, glúteos y mamas llamadas estrías. Se deben a la rotura de las fibras de colágeno por la falta de elasticidad en la piel de algunas mujeres, que de por sí es más débil y frágil durante el embarazo. La hidratación de la piel de forma abundante y diaria es el mejor remedio para prevenir su aparición o cuando menos controlar su extensión.

En general el cabello se torna más graso, sobre todo al final del embarazo, además de más grueso y abundante. Este exceso de pelo se pierde tras el parto dando la impresión de que se produce una verdadera alopecia, lo que ocurre únicamente en pocos casos. La debilidad y fragilidad de las uñas son también típicas de la gestación.

Las grandes cantidades de progesterona producidas durante el embarazo pueden favorecer la inflamación y el ablandamiento de los márgenes de la encía que rodea a los dientes, lo que se traduce en ocasiones en sangrado de la misma durante el cepillado. Es imprescindible una buena higiene oral durante la gestación para evitar complicaciones derivadas de esta mayor sensibilidad oral; puede resultar de utilidad el empleo de cepillos de dientes y dentríficos especiales para encías sensibles.


VÁRICES

El embarazo puede empeorar la evolución de las várices venosas de los miembros inferiores y la región que rodea la vulva vaginal o incluso provocar su aparición por primera vez. Su aparición se debe a la acción relajante de las hormonas sobre la pared de las venas y a la congestión de las mismas por la dificultad para el retorno venosa de la sangre, por la compresión de los vasos principales en la región pélvica y abdominal.

Su tratamiento es básicamente preventivo y consiste en:

  • Evitar permanecer mucho tiempo de pie son moverse o sentada con las piernas cruzadas. El mecanismo de retorno sanguíneo de los miembros inferiores depende, en gran medida, de la acción de la musculatura sobre las venas.
  • Empleo de medias elásticas de compresión, especialmente cuando se va a caminar durante mucho tiempo.
  • Apoyar las piernas sobre un taburete o silla cuando se vaya a permanecer sentado durante mucho tiempo. También se recomienda dormir con una almohada debajo de los pies o las nalgas según la localización de las várices.
  • Realizar ejercicios específicos para mejorar la circulación sanguínea.